ARTICLES: Francisco PALOMO DÍAZ

Christian Bozon es licenciado en Artes por la Escuela de Bellas Artes de Besançon, en la que aprendió a grabar con los reputados maestros George Oudot y Jean Scanreight. Su primer grabado de aprendizaje es de 1987. Desde junio de 1993 a septiembre de 1994 trabajó en el taller del Centro Cultural Francés en Tetuán, Marruecos, haciendo realidad su sueño infantil de vivir en el sur, de hablar español y de expresar el color de las tierras cálidas andaluzas y africanas[1]. En Asilah, en un encuentro de artistas mediterráneos, conoció a Francisco Aguilar y decidió ir a trabajar con él a Málaga. Desde 1995 colabora en el Taller Gravura. En 1997 y 1998 recibió accésit en Grabado en el Certamen Pablo Ruiz Picasso, de Málaga, y en el último de los años citados fue Primer Premio de la Bienal Internacional de Artes Gráficas de St Maur des Fossès. En 1999 fue finalista en los premios concedidos por la Fundation Grav’x, en París, y por el certamen «Máximo Ramos» de El Ferrol, A Coruña, obteniendo nuevamente la misma consideración en 2000 y, al año siguiente, en la Bienal D´lle de France, en Versalles, de la galería Brita Prinz, de Madrid, y de la Trienal Internacional de Kanagawa, en Japón. Desde 1990 ha hecho repetidas exposiciones de sus pinturas en grandes lienzos o de sus estampas en Vallorbe (Suiza); en
las ciudades francesas de Besançon, Lons le Saunier, París y Goux; en las marroquíes de Tetuán y Fez y en Málaga. Ha participado en certámenes gráficos de Francia, Marruecos, Suiza y España, en especial en Estampa, Madrid, desde 1995 hasta hoy. Sus grabados son vendidos o llevados a certámenes en Francia, Luxemburgo, Holanda, Alemania y Bélgica por un marchante particular que representa a una docena de artistas. El catálogo de Bozon hasta Marzo de 2002 es de unas diez litografías de aprendizaje antes de obtener la licenciatura y unos doscientos diez grabados en técnica calcográfica, de los que unos cuarenta los hizo en su período de estudios en Francia, una veintena pertenecen a la etapa tetuaní y ciento cincuenta son los realizados hasta la fecha en Gravura junto a Francisco Aguilar. Es grabador completo, dedicándose a estampar sus producciones y otras del taller. Sus técnicas preferidas, que suele emplear en una misma obra, son aguatinta y barniz blando. No ha hecho aguafuerte ni le gusta por no convenir a su carácter. Emplea la punta seca o la manera negra en obras que lo requieren. Es un artista colorista con una exquisita
predisposición para el contraste de las gamas frías y calientes o para las luces. Por la multiplicación de hasta tres planchas por obra, su refinado colorido y su luz actúan como elementos de composición. La estampación representa otro tanto o más de creatividad que la incisión de la matriz. Si él no estampara, sus grabados no serían lo que son. Es por ello que sus tiradas han sido siempre muy precisas y no han estado tan condicionadas por la demanda como por la poética que le define. Durante su etapa francesa de estudio apenas hizo tirada de sus ejercicios escolares, siendo de trece ejemplares el Libro de Artista del curso al que pertenecía. En Tetuán llegó a tirar de seis a ocho ejemplares de los collagraphs sobre matrices de cartón y en Gravura, veinte o treinta ejemplares en las obras de los primeros años malagueños y, actualmente, unos cuarenta o cincuenta. Christian Bozon es más un artista de luz y color que de línea. Entiende aquéllos como forma y, como se ha dicho, la iluminación establece la composición por zonas. Consigue una riqueza cromática que tiene el encanto orientalista de los cultos y refinados pintores africanistas de Francia: desde Delacroix e Ingres a Matisse hay una línea de exotismo imaginario que recorre el arte galo. En esta línea está Christian Bozon, en la frontera de la abstracción, pero sólo abstracta en la apariencia de zonas cromáticas y luminosas, porque una mirada más atenta descubre formas naturalistas y ambientes de interiores inundados de placidez. Se siente a gusto con el mito del sur, y tanto a él como a la crítica francesa no les cuesta mucho esfuerzo encontrar en éste el tópico, «leur caractère sauvage», sea andaluz o marroquí[2]. No dudan. La curiosidad o la ensoñación poética hacen únicos y exclusivos valores románticos. La crítica española reconoce su destreza de oficio en el grabado y la ya comentada frescura de color[3]: «El contenido de estas obras, clásico en un expresionismo sea matérico, sea tachista con los que resuelve temas al filo de la abstracción, es de una figuración sugerida, adivinada, en la línea de importantes grabadores: el gesto de Tàpies es una de las coordenadas y una preciosa lección en la consecución de los efectos y diálogos; la magia de Antoni Clavé con su parte de personajesreyes o heraldos, son influencias que este artista soluciona dando una nueva lectura a lo visto...» Aunque no tenemos un conocimiento completo de la obra de Christian Bozon, por ignorar la realizada en Besançon, vemos tres etapas en su evolución desde su establecimiento en Tetuán: la marroquí, de cubismo exótico, de 1993 a 1995; la malagueña mítica influida por las cosmogonías de Aguilar, hasta 1999 y, por último, la actual desde 2000 a hoy, que es una remembranza francesa. Una de otra son muy diferentes las tres, pero las une el afán por la conquista de la luz y porque su posición estética es francesa, aunque su prisma de visión se aclare con la cegadora iluminación mediterránea: la sugerencia sureña es sólo catalizador para que Bozon sea más francés. Su arte nunca ha captado ni interpretado las realidades marroquí o española. Nos consta que no comparte estas reflexiones. Aquí, en l´Andalousie sauvage, lejos de La France, nos parece muy Jurassien: la dulce tierra de Francia y su cartesiano ordenamiento administrativo y cultural, que tanto amamos los españoles, que miramos a la intelectualidad gala con el pensamiento puesto en los versos de Renè Char, «Des yeux purs
dans le bois cherchent la tête habitable». La estancia tetuaní tiene sus mejores y más sugestivos logros en los grabados de la Suite marocaine, de 1994, grandes obras de 530 x 780 mm.Es muy hermosa tanto en el concepto normativo de los planos yuxtapuestos como en las ondulaciones y signos que los ocupan. Es una geometrización plana, elegante hasta la decoración, como en ciertos cuadros de Braque pero con un tratamiento informalista de arañazos, punteados o quemados que contrastan con las femeninas ondulaciones paralelas, a modo de ondas, o con los campos moteados de pequeños triángulos. La exquisita tonalidad de los turquesas y habanas, ocres pardos y castaños rememora otra vez la delicada paleta poscubista, pero nunca el cromatismo marroquí del verde ceniciento con el negro, el morado, el amarillo, el oro bajo y el marrón que adornan la cerámica de Safi o el mobiliario popular. Tampoco se acerca a las singulares combinaciones de turquesa y negro safies ni a la lujosa de azul cobalto sobre blanco estannífero de Fez. Por la verticalidad de los formatos y por la paleta, parece como si Bozon hubiera hecho una síntesis de las composiciones de Braque de los años de 1911 y 1912. En sus grabados no hay letras ni collages, pero hay signos y planos yuxtapuestos, como en el cubismo sintético. Aquí no hay aquella objetividad de cosa usada, sino un colorido sensible e íntimo, subjetivo. Los de la Suite marocaine recuerdan las rejillas cubistas con filetes cruzados en rombo. En los recortes perfilados de la matriz también se recobra el hacer del cubismo. La etapa malagueña de Bozon hasta 2000 es la más conocida y objeto de las críticas anteriormente citadas. Es de una figuración mitológica de seres fantásticos y mágicos que, creemos, han sido elegidos tanto del imaginario del pintor como de los infinitos que emplea Francisco Aguilar. El modo dibujístico, los temas y los títulos lo confirman, La Frontera, Piratas, El circo, etc. Es un periodo de aclimatación a Málaga, que no tardó mucho en encontrar, y de intensa experimentación al lado de un grabador sabio y de larga experiencia como es Aguilar. Se caracteriza por una enorme libertad en el trazo y diseño de las figuras, búsqueda de efectos con rayados, humor en los motivos, etc. Pero tampoco parece español, aunque represente a Don Quijote montado en una Vespa lanza en ristre, En busca del centauro (1999, barniz blando, aguatinta al azúcar, aguatinta y punta seca). El tercer período, desde 2000 en adelante, es de optimismo, placidez, luz y alegría de color extraordinarios. Sus grabados pequeños, cuyas medidas son de 315; 270 y 139 mm., vistos en fotografía parecen pinturas en grandes lienzos. La sofisticación del colorido y de la luz no rompe el plano de la superficie. El color se abre por zonas, a modo de grandes recuadros o manchas que construyen la composición. A la primera mirada vemos una obra abstracta; sólo una observación atenta hace emerger figuras reconocibles que no pertenecen tanto al natural como al museo imaginario de la pintura francesa. De nuevo Bozon ha vuelto mentalmente al arte galo, al sistema representativo de los nabis Pierre Bonnard y Edouard Vuillard. La
riqueza de amarillos de muchos de estos grabados nos recuerda vivamente El Talismán de Paul Sérusier y, sobre todo, la sensible y jugosa paleta de Bonnard o los moteados armónicos de Vuillard, que fue un consumado litógrafo. Uno y otro tuvieron un sentido refinado, japonés, de la composición zonal y de la tonalidad, más atemperada en éste que en aquél[4]. La preciosa estampa La siesta es de dulce e íntimo encanto, como toda la producción de Bozon en este ciclo sereno y lleno de poesía, como lo fue también la pintura de los dos «profetas» citados, sin bagajes literarios, pintura-poesía de la propia pintura: Pensamientos, sobre La baigneuse de Valpinçon, de Ingres; Detrás del escenario o Ensayo, recordando a Dégas; Tarde de invierno o La siesta, sobre Bonnard. A veces, las composiciones zonales, pero no el color, parecen inspirarse en grabados de Faria, el maestro portugués, que Bozon conoce perfectamente, pues los estampa con frecuencia.

Francisco José Palomo Díaz
PROFESOR TITULAR DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA


[1] Merelo, M. Eugenia: «Christian Bozon muestra en el Taller Gravura sus «Huellas ancestrales», en Sur, de Málaga, de 1 de junio de 1996.
[2] Presentación de J. C. al catálogo de la exposición individual de Bozon en la galería Artcadache en Valorbe, Suiza, en 1996. En términos parecidos se expresa toda la crítica francesa recibida por este artista recogida en el catálogo de su exposición de grabados
en los Ateliers d´art de la Ville de Saint-Maur, París, en 4 de diciembre de 1999.
[3] «Las huellas de Crhistian Bozon», sin firmar, en Diario 16, de Madrid, de 21 de junio de 1996.
[4] Gállego, Julián: Pintura contemporánea, Estella, Salvat editores, 1971, pág. 44. ARGAN, G. C.: El arte moderno 1770- 1970, Tº I, Valencia, FernandoTorres editor, 1975, pág. 184.